“Uno de los mayores desafíos que tienen las infancias es que las escuchen”
Entrevista a la directora del Programa Canelones, Laura Tenchio
“Desde chica quería trabajar en algo que hiciera la diferencia. Creo que eso de alguna manera te va acompañando en la vida y te va marcando el destino, ese deseo interno de contribuir con los demás, de acompañar y de hacer la diferencia”, señala Laura. Recuerda que de niña, cuando acompañaba a su mamá al cementerio, ponía flores en las sepulturas para que ninguna quedara vacía. Muy tempranamente apareció la psicología como vocación, y siempre ligada a los derechos de las infancias.
¿Cómo fue tu infancia?
Mi infancia estuvo marcada por la separación de mis padres cuando yo tenía tres años y por una situación de violencia de género y generacional. Desde esa edad aprendí a mirar a una mamá que crió sola durante mucho tiempo. Si bien hay recuerdos felices, desde niña tuve que asumir muchas responsabilidades y eso te va estructurando en la vida. En cambio, mi adolescencia fue hermosa. Las amigas que tengo hoy en día las conocí en esa etapa.
¿Cómo surgió la psicología en tu vida?
Creo que un poco a mis diez años, cuando hablé con la psicóloga de la escuela. Me gustó mucho la charla que tuvimos.
Ya terminando el liceo, cuando empecé la búsqueda de qué hacer, todo me remitía ahí. Me acuerdo que haciendo la fila para inscribirme en la Facultad se me acercó una nena que estaba en situación de calle y me puse a charlar y a jugar con ella. Eso me hizo pensar: “Yo quiero ir por acá”.
¿Por qué te interesó trabajar con infancias?
Porque todo inicia ahí. Hay una indefensión propia de los períodos evolutivos: los adultos somos los operadores de las cosas que vivencian las infancias y adolescencias.
Yo confío mucho en los espacios terapéuticos y en trabajar sobre las propias vivencias, entender por qué te interpelan ciertos temas y cómo acompañar de la manera que el otro necesita. Después de mi maternidad empecé a resignificar a la infancia y en especial a ver a los niños y niñas con los que trabajamos desde un lugar más sensible. También el trabajo que hacen las referentes de cuidado en lo cotidiano. Me hizo empatizar mucho más y a tratar de transmitirlo al resto del equipo.
¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan las infancias y las adolescencias?
Uno de los mayores desafíos que tienen es ser escuchados. Los gurises tienen cosas que decir que a veces a los adultos no nos gustan. Tenemos muy arraigado esto de pensar que sabemos lo que el niño necesita o le conviene y decidir en función de eso.
También son un desafío las situaciones que los atraviesan (como la pobreza, las patologías en salud mental, el alcance del narcotráfico y tantas otras que generan daños estructurales y transgeneracionales) que inciden en situaciones de vulnerabilidad y que muchas veces, en su interrelación, devienen en un amparo.
¿Y los desafíos del trabajo con familias?
Desde los equipos técnicos hay que repensar qué concepción tenemos de la familia, cuáles son nuestras expectativas. Muchas veces los adultos son lo mejor que pueden ser en el contexto que tienen. Cuando te enojás mucho con los adultos que vulneran, necesitás tiempo para entender que también ellos en algún momento fueron víctimas y todo el peso de lo transgeneracional de la violencia y demás. Eso no exonera de las responsabilidades, pero en algún punto también podés ver en ese adulto a un niño que sufrió.
¿Qué cosas te emocionan de tu trabajo?
Creo que nunca dejás de asombrarte del poder de resiliencia que tienen las infancias y de cómo como los adultos podemos mover la aguja para que tengan otra realidad, siempre teniendo presente que ellos son los protagonistas de su propia historia.
Cuando un niño se siente escuchado, el cambio que hace me emociona. También me movilizan los procesos de reintegro, los procesos de adopción.
Me acuerdo de una vez que acompañé un parto y por lejos fue de las experiencias más locas de mi vida y de trabajar en Aldeas Infantiles. Antes de ser directora del Programa trabajé en otros centros gestionados por Aldeas con embarazadas, en el que hacíamos foco en sus derechos y en el acompañamiento del proceso. Un día llegué y una de las mamás estaba sentada en la vereda, en trabajo de parto. Me dijo: “No me dejes parir sola. Vení conmigo”. A pesar de que tenía tres niños más, era la primera vez que entraba acompañada a la sala de parto.
¿Cómo te imaginás el Programa Canelones a futuro?
Nosotros tratamos de identificar siempre las necesidades territoriales y dar respuesta a lo que los gurises necesitan. A mí me gustaría diversificar servicios, trabajar mucho más en prevención, que haya cada vez menos niños, niñas y adolescentes en Cuidado Alternativo. Ojalá el país tome ese rumbo de trabajar con algunas realidades sociales que son las que determinan en definitiva la internación de los gurises, como por ejemplo la falta de atención de salud mental.
El trabajo tiene que ser más integral, tiene que ser entre todos. Necesitas voluntad, recursos sociales, recursos económicos, recursos políticos. Si no se acota la intervención que podes hacer. Soy una convencida de que el trabajo es entre todos.